De Sabores
Luego de media hora de espera ese día, en el Puericultorio Pérez Aranibar, con motivo de alguna Feria cuyo nombre no recuerdo (este año asistí a varias), mis amigos se aburrieron y decidimos olvidar los anticuchos cambiándolos por Tacacho con Cecina. Esta señora es conocida, tiene su puesto ahí en Lince, puedes ir cualquier otro día se excusaron y entre Inca Kola normal en botellita de vidrio y comida de la selva olvidé pronto el tema.
Meses después, conversando con otro amigo, me contó que una señora vendía anticuchos por el Mercado Lobatón en Lince. Mi papá ha ido, dice que es buen sitio. Debe haber visto el brillo de emoción en mis ojos porque lanzó uno de sus conocidos Qué... ¿Vao? y hace dos días aterrizamos por ahí.
Le conté de mi odio por las colas así que se aseguró de conversar lo suficiente para que no me aburriera. Igual que la primera vez, hubo otra media hora de espera, durante la cual aprovechamos para memorizar la carta que se encontraba justo debajo de uno de esos letreros municipales No Miccionar -bajo pena de multa por S/.700, con foto alusiva incluida. Eventualmente y luego de acordar que no podía existir otro país en el mundo ofreciendo situaciones tan pintorescas, llegó nuestro turno. ¿Qué pedimos... Todo? Emocionados y expectantes, pedimos dos porciones de "todo"; que incluían dos palos de anticucho, mollejita, corazón, rachi, pancita y papa -con sus cremas más- dos porciones de choclo que resultaron ser choclos enteros (eso explica por qué los cobran aparte), dos vasos de chicha heladita y dos porciones de picarones. A lo que se sumó, sin entender bien por qué, una porción extra de anticuchos con papa y cremas.
Con las manos cargadas de platitos enrumbamos hacia el auto. Habíamos decidido acampar dentro, ya que la tolva estaba tapada de cosas (había de todo, menos taladro). La idea era imitar lo que alguna vez habían sido el BBQ y el Tip Top. Mientras caminaba, la ansiedad fue subiendo debido al olor que salía de mis manos así que cometí una imprudencia. Elevé uno de los platitos, la porción de anticuchos que debíamos compartir, hacia mi boca y fui mordiendo uno de los anticuchos cual ratoncito, para probar la famosa delicia con la que venía soñando hacía meses. El sabor agrio inundó mi paladar e inmediatamente el olor fue tomando un todo rancio. Había pisado tierra. No eran tan maravillosos.
Oe... ¿Quee? Mi amigo había sufrido la misma decepción una vez que, educadamente, comenzó a comer dentro del auto (cambié el palito mordisqueado por uno de los palitos intactos de mi porción, espero no se haya dado cuenta de la malacrianza) y fue entonces cuando me identifiqué con el colgajo que tenía en el espejo retrovisor: Un chanchito glotón ahorcado. A pesar de su No Pasa, imitando el comercial de Barena, la maravilla de la amistad hizo que fuera una noche divertida. Un buen rato después, oiamos a Pedro Guerra cantar el tema 5000 años y aún me saben tus besos / al sabor de los besos / que se dan con sabor, durante el cual no pude evitar bañar mi pantalón blanco y pies en agua de choclo, salsa de anticucho y algo de miel. Papel higiénico, varios kleenex y wipes después, decidimos ver el lado positivo de la aventura y enamorarnos de las mollejitas jugosas, los corazones crocantes, la papa dulce, el choclo tierno y sobre todo, la chicha.
Mientras compraba fruta en el puestito de al lado (maravilloso el puestito, la fruta espectacular), coincidimos que los anticuchos de Chaclacayo siguen siendo los mejores, cosa que hemos acordado comprobar en el próximo paseo, antes de fin de año.